Mujer, primavera, democracia e igualdad se escriben en femenino.
Una parte de la conferencia que ofrecí el 22 de Noviembre dentro de las Jornadas «Mujeres en las Primaveras Árabes» organizadas por la Fundación Euroárabe de Altos Estudios junto con la Alianza Francesa.
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Mi visión acerca del tema que nos ocupa se centra básicamente en lo que he podido apreciar a través de mi trabajo en los distintos países que recorro.
Yo no soy analista política, ni participo en comités, ni recojo informaciones de asociaciones. Simplemente, soy una reportera freelance de las de mochila, botas, libreta y bolígrafo que va siguiendo la estela de una guerra, una revolución o un conflicto.
Muchas veces, ni siquiera tengo un soporte económico que me permita informar en condiciones mínimamente deseables o alojarme en hoteles como el Luxor o el Corinthia de Trípoli, con lo cual, lo que suelo hacer es compartir el máximo tiempo posible con la gente llana, la gente del pueblo y el definitiva, los que son los verdaderos protagonistas y las verdaderas víctimas de los cambios que se están produciendo en los últimos meses.
Con todo ello, quiero decir que mi visión sobre la cobertura mediática que han tenido estos acontecimientos y muy especialmente, el protagonismo que ha tenido la mujer en todos ellos, lo baso en lo aprendido, escuchado y visto en las calles de algunas ciudades.
No soy Wassyla Tamzali, no soy Lina Ben Mhenni, soy una periodista con más o menos futuro que cuenta lo que ve. Al fin y al cabo, este es el propósito de mi trabajo
Si hablamos de primavera árabe, tenemos que hablar de primavera femenina. Echemos la vista hacia el modelo de mujeres como Tawakul Karman, Lina Ben Mhenni, Shahira Amin, Zaina Anuar (etc.) ¿Qué papel han jugado las mujeres en la información de las revoluciones: ¿ése tratamiento ha influido en la revolución de la mujer en Túnez, Libia, Egipto…?
Uno de los mayores éxitos de las revoluciones ha sido la apertura psicológica de la mujer, el paso “del miedo al podemos y debemos ser escuchadas”. Las primaveras árabes han permitido que sea el pueblo quien hable y se sientan poderosas para derribar fronteras que, hasta ahora, permanecían ancladas en los poderes dictatoriales y que convertían a los ciudadanos, y en mayor medida, a las ciudadanas en víctimas de su propio silencio.
Si a ello le sumamos la condición de mujer en muchos lugares en los que su voz y su opinión, aún en día, suponen el que sean condenadas, sin duda, el hecho de que la mujer haya sabido levantarse de sus propias cenizas ante la sociedad civil supone un éxito de cara a un cambio democrático en el que la mujer constituye uno de los pilares más fuertes.
Queda muchísimo por hacer al respecto, el papel femenino tiene que ir ahora por el proceso de cambio, de la apertura de la sociedad islámica y pasa por no permitir la interpretación del corán y de la sharia de manera injusta y discriminatoria. La mujer debe sentirse libre para elegir, para mostrar su opinión públicamente, para luchar por sus derechos y para denunciar las injusticias. La mujer árabe debe sentir su derechos y llevarlos a cabo.
Las revoluciones de Túnez y Egipto han dado su protagonismo a la mujer, pero yo diría que los medios de comunicación, en general, no han sabido ver ese cambio, tan o más importante que la propia revolución. También por eso, las mujeres de la primavera árabe siguen sin ser reconocidas y consideradas de manera igualitaria. Buena parte de esa culpa la tenemos los y las periodistas que no hemos sabido, querido o no nos han permitido darle a la mujer el tratamiento que han tenido como parte fundamental.
Estos últimos días, se han celebrado unas jornadas en Trípoli acerca del futuro político que le espera a la mujer libia. Hemos visto a Catherine Asthon (jefa de la diplomacia de la Unión Europea) reclamar un lugar un lugar para la mujer en la nueva constitución del país: un hecho que no ha ocupado portadas ni ha tenido repercusión.
Un miembro destacado de la CNT me pidió hace un par de meses que le informase y le facilitase los estatutos de Emakunde (el instituto vasco de la mujer), dependiente del gobierno vasco, para ver cómo y de qué manera se puede aplicar el trabajo y el funcionamiento de este organismo en el futuro político de la nueva Libia.
¿Qué significa eso? Que, de momento, la predisposición del gobierno territorial es buena y que está resultando tal y como lo tenían previsto. Así nos hicimos eco algunos medios al inicio de la revolución.
Estos días se presentará la lista de nombres que formaran parte del gobierno El-Keib y espero que sean lo suficientemente inteligentes y honestos para incluir mujeres en alguna de las carteras oficiales.
Asimismo, deseo que en Túnez, el En-Nahda haga honor a la “moderación” con la que presentan el islamismo que predican en el partido y sepan valorar el papel fundamental de la mujer en la sociedad tunecina y reconozcan la labor de éstas en el derrocamiento del régimen de Ben Alí. Espero que apoye el trabajo de la mujer que continúa manifestándose y luchando por que se aplique la ley para los actos de barbarie que se cometieron sobre ellas en los momentos del máximo caos revolucionario.
Invito a los miembros de En-Nahda a que reconozcan y trabajen de manera conjunta con la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas y que les ayuden a hacer frente a los incumplimientos de los derechos igualitarios que imperan en el país.
Hace unos días, la periodista libanesa Joumana Haddad, con motivo de la presentación de su libro “Yo maté a Serezade”, un libro que ayuda a conocer la realidad de la mujer árabe actual y su papel en las primavera árabe decía: “Nadie esperaba estas revueltas y este despertar, pero me preocupa hacia donde va y si los regímenes nuevos mejoraran la situación de extrema prioridad para la constitución de la verdadera democracia”.
Son muchos los ejemplos que han dado las mujeres en las revolucione árabes. Desde las activistas egipcias que participaron en la caída de Moubarak, a las mujeres que han asumido el rol de portavoces y periodistas en las redes sociales como está ocurriendo en Siria. Me quedo con el ejemplo de Asmaa Mahfud que, desde facebook, ya animaba a la población de Egipto a manifestarse en enero en la plaza Tahrir. A pesar de ello, ni en Egipto ni en Túnez, el papel de la mujer está siendo valorado.
La semana pasada, éramos testigos de la presentación de Buthaina Kamel como la primera mujer en aspirar a la presidencia del nuevo Egipto. Con ello, Kamel pretende incentivar a la mujer egipcia a gozar de un rol más activo en la política nacional y, de momento, está siendo vetada por la Hermandad Musulmana, un acto ilegítimo que echa atrás cualquier paso hacia delante que se quiera dar.
Para terminar, pienso que algo sí que se ha logrado y es el hecho de que occidente haya cambiado la imagen que tenía de la mujer árabe, una imagen de sumisión que no se corresponde con la realidad. Por eso estamos los medios de comunicación y desde aquí, aunque no me erijo como portavoz de nadie, sí que entono el mea culpa.
La mujer ha despertado, se ha puesto en pie y somos el resto de mujeres quienes asistimos, y en mi caso, con un tremendo orgullo al alzamiento de la voz femenina.
Queda mucho por hacer y entre otros casos, los periodistas tenemos una tarea pendiente y fundamental que es la de dar soporte y espacio a esas voces, entender y escuchar su lucha y comprometernos con los avances democráticos de la mujer en el mundo árabe. Ellas se han fijado en el modelo y estereotipos de la mujer occidental y nosotras debemos aprender de los modelo de lucha que ellas llevan a cabo.
Somos los que formamos los medios de comunicación en conjunto con las instituciones quienes debemos nuestro apoyo a la mujer en la sociedad civil de los países del sur del mediterráneo. Esperemos que entre todos podamos lograr una convivencia justa, igualitaria y pacífica en la que nadie sea más que nadie.
Inchallah, Shukran.
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