Reflexiones y otros datos que no caben en los medios de comunicación, pero que siempre vuelven en la mochila.

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MUJER

El mundo avanza a pasos agigantados, lo cual no significa que todos los sectores que conformamos la sociedad global lo hagamos por igual. En todos los rincones del planeta la mujer sigue siendo objeto de discriminación, desigualdad, violencia, abuso o negligencia. La situación no es igual para todas, el lugar en el que naces condiciona tu vida, otras veces los problemas de integración de aquellas mujeres dispuestas u obligadas a emigrar son un obstáculo más a añadir a la lacra congénita que dispone el pertenecer a según qué género. Afortunadamente todavía quedan hombres y mujeres dispuestos a combatir por los derechos de la mujer, afortunadamente las palabras: dignidad, solidaridad, igualdad…todas ellas femeninas, tienen más peso que, racismo,  sexismo, discriminación, o exclavismo. Mañana «Día Internacional de la Mujer» recordar que:

-Las mujeres constituyen la población más pobre del mundo.

-Que treinta y tres años después de que el ordenamiento jurídico internacional de los derechos humanos prohibiese la discriminación por motivos de sexo y contemplara garantías para que los hombres y las mujeres pudieran disfrutar en condiciones de igualdad sus derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales en el artículo 15 (1) de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, las cosas no han cambiado.

-Que las pocas reformas que se han llevado a cabo han sido y son de manera muy lenta.

Con todo ello no queda otra que seguir luchando y reivindicando nuestro puesto en la sociedad, ni mayor ni menor que el del hombre, simplemente igual. No es tarea fácil, y es una labor que debemos realizar entre todos superando los códigos culturales que impiden dar pasos al frente y denunciando todas aquellas acciones y maniobras que dificulten el desarrollo de la mujer. Sirvan estas pocas líneas, pocas porque la igualdad hay que expresarla con hechos mucho mas allá de toda dialéctica, como apoyo para todas aquellas que día a día se esfuerzan en abrirse un hueco en la vida y para todos aquellos que entienden la problemática existente.

Sirva de homenaje para mis amigas: Amina, Naima, Malak y Alaa de Libia. Joumana de Beirut. Wassyla y Malika de Argelia. Sharira de Egipto. Laurie de Costa de Marfil. Betty de Marruecos. Aish de Jordania…son muchas las que siguen peleando. Así mismo no me quiero olvidar de mis colegas en la profesión, aquellos que dan voz a muchas de ellas y especialmente a todas las periodistas comprometidas que en ocasiones mientras ellas luchan por hacerse un hueco en un oficio a veces no muy bien entendido, ceden su espacio a las historias de aquellas mujeres que se encuentran a diario. Para todas, para todos. Un abrazo.

«Cuando juzgamos a una mujer no pensamos suficientemente en lo difícil que es ser mujer«. Paul Géraidy

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Fuego a discrección.

En su libro ‘What Would Google Do?‘, el blogger norteamericano Jeff Jarvis sugiere a los periodistas que se concentren en producir contenido con alto valor agregado: “ Hagan lo que ustedes hacen mejor y compártanlo con el resto”. Y eso es lo que mejor sabe hacer el periodista Alberto Arce, no en vano es la premisa de todo aquel que se dedique a éste noble oficio, o al menos debería de serlo. Podría decir eso de «para muestra un botón», pero son muchas las muestras de su labor y es complicado hacer una selección. Desde su trabajo sobre la invasión israelí en Gaza, plasmado en «To shoot an elephant» y en decenas de crónicas, sus incursiones en Irak y Líbano, pasando por la realidad de la miseria guatemalteca de campesinos e indígenas. No voy a describir su currículum porque ahí está, porque no debería y porque no me dá la gana.
En realidad yo venía a hablar de su libro porque lo compré, lo devoré, y lo disfruté y porque considero que hay gente que mezcla churras con merinas y eso me cabrea. Así que para todos esos analfabetos que no han vivido otra guerra que la de Gila, que oyen pero no escuchan, que leen y no entienden, ahí van unas cuantas conclusiones. No tengo derecho ni obligación de hacerlas públicas, pero como hay mucho cantamañanas de tecla rápida y lengua de doble filo que cuando les hablas de morteros en el escenario de una guerra se piensan que es para que los militares o los rebeldes se hagan un alioli, pues voy a dar mi opinión al respecto pasándome los derechos y las obligaciones por el Arco de Trajano.
«Misrata Calling» no es un libro sobre la reacción política y militar internacional en el conflicto libio, ni siquiera es un libro sobre la revolución libia en general. El que quiera ver como «se la cogían con papel de fumar» los distintos gobiernos incluido el español, durante los nueve meses que duró el conflicto, que acuda a las hemerotecas y que se dé un festín.
«Misrata calling» es un diario. El resumen de los cuarenta y cinco días que pasaron un par de peridistas españoles durante el asedio a Misrata por parte de las tropas gadafistas. Es un libro narrado a pie de obra, ciento ochenta y un páginas aderezadas de balas, AKs-47, sangre y lucha. Páginas con sonidos de trinchera e historias humanas, con esa mezcla de olores que tiene una guerra y que solo los que lo han vivido de cerca distinguen. Un complemento narrado a las imágenes del documental «Misrata, vencer o morir«.

Todos los que allí estuvimos trabajamos desde el bando rebelde, ojo atención a la preposición «desde», y no «para». No digo que los insurgentes no sacaran buena tajada de ello, fueron inteligentes y eso es una característica importante para resultar vencedor. Ellos fueron quienes nos facilitaron la labor informativa, desde la logística para poder enviar las crónicas, y desplazarnos, pasando por comida, refugio, información, compañía, familia, historias, amistad…cosas que vienen muy bien y se agradecen cuando no estás debajo de un cocotero escuchando a Bob Marley. Por parte del régimen sus ayudas fueron bien distintas, impedimentos para moverse por el país, coacción, represión, detención y manipulación. Con lo cual me parto de risa cuando aquí los que ven la vida pasar desde el pasto como la vaca Milka, se ponen gallitos con eso de calificarnos como periodistas pro-rebeldes, manipuladores, mercenarios etc…y para qué contar nada de aquellos que incluso te piden que demuestres que no trabajas para la OTAN.
Son los peligros de no leer, o de leer por encima a cualquiera.


Así que leamos, hagamos un análisis de la situación y de las noticias, reflexionemos y después con una conclusión clara hablemos. Pero hagámoslo dentro de un contexto, no aprovechemos el riachuelo para hacer surfing y de paso ahogar al mensajero, y por descontado asegúremonos de que aquel que lo cuenta sabe situar el escenario en el mapa. Me apuesto los presupuestos del Estado que muchos de los que por entonces babeaban por las redes sociales dándoselas de reporteros dicharacheros de Barrio Sésamo no sabrían decir qué países limitan con Libia.
Quiero dejar claro que hablo por mi boca y no por la de nadie, ni se trata de un acto de corporativismo ni me debo a nada.
«Misrata Calling» es un ejercicio de periodismo dentro del contexto del periodista que cubre una guerra, ni más ni menos, y el que quiera conspirar con teorías políticas que acuda a Wikileaks, o a Parla.

«¡Para todos los hijos de puta del mundo…! ¡Napalm!»

No sé a quien se le ocurrió el brindis, supongo que a cualquiera de los descerebrados que solemos quedar para ir a la guerra en vez de para ir la cine.
Recuerdo eso sí que la frase salió en Abiyán, y que cada vez que conseguíamos algo para beber, uno de nosotros se levantaba del asiento, levantaba el vaso o la botella y gritaba: – «¡Para todos los hijos de puta del mundo…!-¡Napalm!- voceábamos el resto entre carcajadas. Hubo un camarero marfileño y simpaticón que se aprendió la frase antes de que aprendiese a manejar el abridor de cervezas y que con la excusa del brindis se acercaba hasta nosotros y se pimplaba un lingotazo de lo que fuese by the face, por sus dientes como teclas de piano y su cara bonita.
En éstos sitios el que más o el que menos tiene su cuchipandi, yo tengo la mía, y como le decía hace poco a un compañero, cada cual vive sus guerras como le da la gana. Cada uno las ve, las siente , las asimila y las digiere como puede y con quien quiere.
Ahora con ésto de las redes sociales, la cuchipandi se extiende un poco más allá, conoces a colegas por los que antes no te habías interesado, compartes opiniones, chanzas y en ocasiones hasta la mala baba. Otras veces te alegras por los éxitos cosechados, por el buen trabajo, otras te solidarizas con los infortunios que trae consigo el oficio, otras veces te callas por no liarla, y en ocasiones y depende de si el cable se cruza o no, la lías.
Les eliminas o te eliminan en plan francotirador serbio, hasta la próxima vez, cuando el destino que suele ser aliado del diablo provoca que compartais país, ciudad, alojamiento y trinchera.
La mayor borrachera me la cogí entre disparos y sonidos de bombardeos, hasta que el alcohol hizo su efecto y dejé de oír y de sentir. Las veces que más he llorado en ésta vida han sido junto a compañeros, en concreto dos veces, la primera en una cochambre de Angola junto a Víctor Pozo,  la última en un hotel de Tataouine al lado de Omar Havana. La primera vez me golpearon los muertos, la segunda vez los vivos.
Las veces que más me he reído han sido en los lobbys de hoteles en lugares que suelen dar poca risa y no acogen turistas.

Imagen de la película "Las flores de Harrison"

No somos «LA TRIBU» de Leguineche. Lo escribo  con mayúsculas porque sus miembros así lo merecen, porque cuentan con toda mi admiración y respeto, y porque me sale de la peineta. De esas sólo hubo una y es irrepetible.
Somos aquellos que vivimos el periodismo gráfico o escrito, de cerca, con mayor o menor fortuna. Aquellos a los que la realidad provoca que no creamos en los milagros, que dormimos como y cuando se puede. Aquellos cuyas familias terminan por confundir los países a los que viajamos, como mi madre que se pasó diciendo durante meses que su hija estaba en Líbano cuando donde realmente estaba era en Libia. Somos aquellos cuyas mujeres, novios, hijos esperan en casa mientras permanecen aténtos al teléfono. Otras veces simplemente somos aquellos a los que nadie espera.
No sé si mejores, peores o «de otra pasta» como suelen decir. Somos nosotros, los que vivimos con intensidad el lado más ruin del ser humano, y los que a pesar de las imágenes que nos machacan las retinas y el cerebro, todavía reimos cuando brindamos. Nunca el Napalm tuvo mejor acogida.

Va por todos vosotros compañeros/as, los que seguís al pie del cañón y los que la metralla, una bala, un misil o un director de un medio os ha dejado sin billete de ida o de vuelta. Va por todos los hijos de puta que con sus guerras, sus miserias y sus corrupciones al menos nos obligan a reunirnos de tanto en cuando, aunque sea para brindar.

Papas, arzobispos y mucho tequila.

Hay días en los que una pasa las páginas de los periódicos casi de par en par. Me refiero a periódicos serios, de esos que publican de manera proporcional noticias locales y nacionales con noticias internacionales. Aquí la menda se gana el sustento diario con lo que ocurre en países lejanos, más allá de los Pirineos o sea, y toda información que venga de fuera en mi caso es bienvenida, Pérez.
Como os decía, andaba yo en esas dándome un atracón de Sirias, Afganistanes etc, cuando me topo de bruces con la foto de un arzobispo, mexicano para más señas. Antes de leer el titular elucubro la historia, hablará de los muertos en la cárcel de Apodaca, de los reos pertenecientes a los Zetas y al Cartel del Golfo. Quizá hable de Ciudad Juarez y sus mujeres, o de los periodistas mexicanos amenazados, incluso de los asesinados…pues pinché en hueso. El monseñor o moncherie hablaba de la próxima visita de Benedicto XVI, algo muy propio de la curia. El titular reza lo siguiente » La visita del Papa traerá paz a quienes viven en medio de la violencia y de la inseguridad«, muy bonito me digo, y muy lógico teniéndo en cuenta que México acoge noventa y tres millones de católicos.
Estaba a punto de pasar de página puesto que no veía nada en el texto que contuviera las palabras «kalashnikov», «ofensiva», «bombardeo» etc, cuando me viene a la cabeza la imagen de mi compañero Pablo, reportero dicharachero que se busca la vida en México y cuando la encuentra se la juega. Me pregunto si a él y a los cientos de colegas suyos les reconfortará espiritualmente la visita de Ratzinger. Estoy por llamarle y preguntárselo, pero la diferencia horaria puede que le haga acordarse de todos mis muertos, así que yo misma y en base a lo que conozco de él me doy la respuesta.
Pablo es católico no practicante, la mala vida reporteril le impide asistir a misa de doce. Las masacres que ha cubierto, la miseria, las desigualdades sociales y los asesinatos le han hecho un tipo duro, un Clint Eastwood con pitillo de liar y todo, que no duda en mentar al Supremo y a la madre de éste cuando en una calle de Abiyán se topa con el cadáver macheteado, chak, chak, de una joven de catorce años, por ejemplo. Aún así es muy cabezota, y todavía cree en Dios y aunque se le ha olvidado rezar él suelta una perorata en plan «perdónanos Señor». Hace unas semanas me contaba que ha enterrado a más compañeros en los últimos años que si se hubiera dedicado a sepulturero profesional.
También hubo tiempo de charlar sobre un documental que rodó hace unos años, allí metido hasta las trancas con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) por Los Altos y el norte de Chiapas, con los indígenas cubiertos con pasamontañas dándo matarile. Todo muy anticlerical por otra parte, pero vamos a ver si le hacemos ver la luz y se aprende el Credo y el Padrenuestro tras escuchar las palabras de Carlos Aguiar Retes, Presidente de la Conferencia Episcopal Méxicana, que nos anuncia la llegada inminente del mesías terrenal; «La visita del Santo Pontífice traerá consuelo a través de la fé, consuelo que solo se puede dar cuando no hay soluciones claras, políticas o de gobierno«, debe ser que el sistema de gobierno mexicano no tiene nada de político. Así con un par y sin despeinarse.
Y es que aparte del botín, Ratzinger viene dispuesto a llevarse el alma pura, libre de mácula y de rencor de aquellas madres que encubren a sus hijos narcotraficantes, a los muertos de Chihuahua, Nuevo León y Sinaloa, a los cabecillas del crímen organizado, a los pandilleros de México D.F, a los secuestrados, torturados y asesinados de Ciudad Juarez y a todos los periodistas y descarriados desde la época de Hernán Cortés, ya se sabe que antes de la llegada de los españoles aquello era un remanso de paz, con sus cultivos de maíz y sus sacrificios los días pares de seis a ocho.
Asi que van a tener suerte el germano y Monseñor Aguiar porque a todo ello hay que sumar las almas de los trece mil muertos del pasado año, que todavía no habíamos contabilizado, además solo harán acto de presencia en Guajanato, uno de los estados con menos índice de criminalidad, por si acaso.
Seguro que a partir de ahora la paz se instaura en México, Totus Tus, y el Osiel Cárdenas y el Jesús Malverde de turno seguro que se lo piensan dos veces, y se hacen misioneros y numerarios del Opus, y mi colega Pablo harto de enterrar compañeros, cuelga la cámara, encuentra la fé y se pone a repartir hostias. ¡Qué alegría cuando me dijeron!

Gaza. Luces y sombras.

Sin ir mas lejos, hace un par de días le comentaba a mi compañero Omar Havana que hay lugares en los que no hay que patear mucho para vivir historias.
El muy truhán, para quienes no le conozcan, es un amigo de pata negra y un fotoperiodista de lo cotidiano, de esos que olisquean el drama de los bajos fondos, y como sé que está deseando pisar Palestina para hacer que la Canon saque humo hoy quiero dedicarle ésta historia.
Le decía que no hay que ir muy lejos para toparse de morros con la cloaca donde se hacinan las vidas de millones de personas.
Un hotel en Gaza, una noche complicada, sin apenas luces que iluminen los pasos en la calle debido a las restricciones eléctricas. No queda agua y los suministros médicos gritan eso de «help, help» entre el ruido infernal de los generadores y los F-16 que se pasan el día sobrevolando la zona en su intento de acojonar a la población.  Siempre he comentado que Gaza, Ramallah, Hebrón…por cierto una palabra que me gusta mucho porque significa «amigo»,  y éste tipo de lugares son zonas en las que si permaneces mucho tiempo acabas impregnándote de la tristeza que los cubre.
Son casi veinte días los que llevo aquí, y mi cara no tiene mejor aspecto que la de muchos habitantes de éste campo de refugiados que es Gaza.
Llego al hotel a eso de las nueve de la noche, después de haber cenado falafel con mi compañero fotógrafo que además de buen profesional es aborígen del país y se le ocurren unos planes magníficos.

Imagen de Gaza. Apenas unas luces sobreviven al apagón.

Desde fuera del hotel no se aprecian luces en la recepción, al igual que muchos comercios y negocios llevan varios días tirando de generador y en varios rincones del lobby han encendido velas que dan al lugar un aspecto entre místico y lúgubre.
Khalil el recepcionista, me saluda con una sonrisa. Buenas noches señorita, buenas noches Khalil, ¿qué tal va todo?. Ya ves señorita, me contesta mientras se encoje de hombros con resignación. Y usted ¿qué tal?. Bien gracias, con un poco de frío.
Me entrega mi llave sin que yo le diga el número, apenas hay clientes y además Khalil es perro viejo, me dí cuenta el primer día que llegué porque me dió un par de consejos en cuanto a seguridad que me han venido de perlas.
Subo a mi cuarto y lo encuentro solo, oscuro y frío. Enciendo las velas que me han dejado en el escritorio. Mataría por darme una ducha caliente que me aliviara el frío del cuerpo y una contractura en el cuello que llevo padeciendo unos cuantos días. Enciendo el ordenador y miro el estado de la batería, por un instante pienso en dejar la pantalla abierta para que de esa manera se ilumine más la estancia, pero no sé cuando podré cargarlo de nuevo así que lo cierro y me sumerjo en la oscuridad. De la ducha mejor olvidarse, no hay agua y el hilillo que sale ni siquiera está tibio.
A los pocos minutos llaman a la puerta. He pensado que quizá le siente bien un poco de té caliente, me dice Khalil mientras me ofrece una bandeja con una tetera humeante que supongo habrá calentado en alguna parte de la cocina que funcione con carbón. Le doy las gracias y saco unos sheqels de propina, pero Khalil me los devuelve y me cierra los dedos con su mano para que me los guarde.
Khalil, ¿tienes algo que hacer que sea urgente?. No señorita, a ésta hora no hay mucho trabajo. Como si hubiese estado muy ajetreado durante los últimos días…
Le pido que se siente conmigo y que compartamos el té. Solo hay una taza y usamos el vaso que contiene el cepillo de dientes y el dentífrico.
¿Fumas Khalil?
Nos tomamos el té, nos fumamos un par de pitillos cada uno. Me habla de su mujer Halima y de sus cuatro chiquillos…y en eso estábamos cuando me pregunta, ¿cómo puede vivir así señorita, metida entre tanto sufrimiento? usted es joven, podría tener una familia e hijos ¿acaso no le gustan los niños?
Aplasto mi cigarro contra el cenicero y guardo silencio, miro las sombras que hacen las llamas de las velas contra las paredes mientras pienso.
Manda cojones que me venga un tipo de Gaza a preguntarme como puedo vivir así. Manda huevos que me pregunte si me gustan los críos cuando me paso el día intentando mantener la distancia para no llevarme diez o doce a mi casa o lo que es peor, para que no me pase como en Libia que de tanto empatizar me tiré diez días llorando. Manda narices que en tan poco tiempo me haya convertido en alguien tan triste y apagado como la ciudad en sí. Que me tenga que venir un humilde recepcionista de un hotel de tercera regional a abrirme los ojos y dejarme claro que vamos de «yupiyeis» por la vida, dispuestos a solidarizarnos a tope;  Flotillas, la Angelina, Gentebuena Sin Fronteras S.L…y todo un carnaval de blanditos con María Ostiz al frente cantando eso de «un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es…». Que somos unos tristes de espíritu incómodos con nuestras cómodas vidas y que de repente un día se nos cruza un cable y decimos que somos chachis y que hay que repartir felicidad y sonrisas entre los abuelitos, los negritos y los muertos de hambrecita y sacar muchas fotos para que el resto busque, compare y si hay algo mejor se lo lleve. Y al final acabamos todos con un careto que ni la Lady Di cuando apareció moqueando en la BBC.
De pasta de boniato le admito a Khalil que tiene razón, que no sé como aguanto ésta mierda y que quizá me vengo a aquí porque lo que hay en el otro lado me aburre y me asquea.
Igual viajo a éstos lugares porque así tengo la oportunidad de aprender a usar un AK-47, no vaya a ser que el día menos pensado me de por hacerme guerrillera y pegar tiros, con dos ovarios,  mientras pienso en como cargarme a todos aquellos que pasan olímpicamente de la realidad de las vidas en las guerras y conflictos mientras se secan las lágrimas cuando una pedorra aparece en la tele para contar que su chulo le ha puesto los cuernos con una más puta que ella.
Khalil ha dado en el clavo y lo que es mejor, ya no tengo frío.

Racionando la vida en Palestina.

Ayer estuve en lo que podría ser una cola de racionamiento. Las había visto en un par de ocasiones, en campos de refugiados de esos que no salen en la Lonely Planet ni en Extranjeros por el Mundo, también las había visto en películas que narran el holocausto judío, en las crónicas de las guerras en Yugoslavia y países africanos, también en la memoria narrada de mis abuelos.
Jamás estuve en una de cerca, quizá porque soy demasiado joven para haber vivido una guerra propia, soy más de guerras ajenas o a domicilio, o quizá porque por ese mismo hecho de ser joven hace que me aguarde en un futuro ser un número más en la fila de turno. Al paso que van las cosas yo no lo descartaría.
Como decía, ayer el instinto periodístico o el atrevimiento que provoca la curiosidad, me guió hasta la cola formada en su mayoria por mujeres jóvenes y mayores además de varios críos.
La desfachatez y la impunidad con la que bancos, agencias de calificación, Lehman Brothers ouh yeah, gobiernos y ministros analfabetos, economistas del mercadeo, dictadores de la muerte, traficantes de armas con escaño y sello oficial que surten las guerras al grito de «¡más madera!», trileros del Bilderberg y otras bandas organizadas, carroñeros de diversa índole que componen el panorama político, económico y social internacional, han dejado el planeta patas arriba, con la casa sin barrer y con las arcas oficiales, ojo que no hablo de las extraoficiales, más vacías que el cerebro de un colaborador de «Ayúdame», «Rescátame» o como se llame el risorio nacional considerado por algunos la santa Biblia. Amén Jesús.
Las oenegés de buena voluntad ,sigo con los términos bíblicos,  ya no dan abasto ante la demanda de ayuda; «los recortes y tal, ¿qué te voy a contar?, diez mantas nos quedan para doscientas familias…»
El ghetto palestino, como en su día fué el de Varsovia para los judíos desmemoriados, no se libra de una. Y es que, incluso dentro del concepto de miseria hay algunos más miserables que otros, y espero que nadie se acuerde de mis muertos, porque la utilización de la palabra miserable no es peyorativa, salvo que se aplique a los políticos, que entonces además de peyorativa es acertada.

La población palestina sufre como otros muchos los rigores del invierno. La falta de energía eléctrica impide calentar los hogares, cocinar lo poco que haya, la gente enferma y el bloqueo de los envíos de medicinas y otras ayudas es riguroso. Los barcos de las flotillas llegan a duras penas cargados de suministros y en ocasiones de disparos y detenciones que arrojan por la borda las intenciones humanitarias de quienes los tripulan. Por haber hay hasta cooperantes que no tienen ni para tabaco que les alivie una jornada dura.

Mujer palestina recoge agua. La distribución desigual de los recursos hídricos ejecutada por Israel hacen del líquido elemento un artículo de lujo. (Foto AP)

Tras el muro solo se respira humillación, polvo, cansancio tras muchos años de lucha, impotencia y en algunos casos resignación. Pero ayer ví algo que choca frontalmente con todo ello, las cabezas erguidas, las frentes altas y serenas de un grupo de mujeres en la fila de reparto. Quizá sea eso lo único que les queda, la dignidad de la pobreza, la única dignidad que se puede ver hoy en día, la dignidad en su estado más puro. Aquella que no tendrán jamás los Peres, los Obamas, los Nethanyahus, los Zoellicks, los jetas de talonario, escorts de lujo y Rolls Royces, los que miran hacia otro lado porque no quieren «de sufrí» con las desgracias ajenas, y las madres de todos ellos por el solo hecho de haberlos parido.

15 de Febrero de 2012. Un año de revolución en Libia.

El 15 de Febrero de 2011, Benghazi salía a la calle. Parientes y simpatizantes de los mártires muertos en la prisión de Abu Salim alzaron la voz en protesta por las atrocidades cometidas por el régimen de Gadafi 15 años antes.
La bomba estalló tras el arresto injustificado del portavoz de las familias y abogado defensor de presos de conciencia, Fethi Tarbel.
Junio de 1996, cárcel de Abu Salim. Un grupo de seguridad aliado al régimen entra en la prisión masacrando a 1200 presos políticos que llevaban meses quejándose de las condiciones infrahumanas que se daban en el penal. Desconocían que todos ellos acabarían enterrados en el propio patio de la prisión y en fosas comunes repartidas por las inmediaciones del sur de Trípoli.
La masacre de Abu Salim puso el cartucho, y la represión a las familias que se saldó con 3 muertos y mas de una treintena de polícias heridos, la mecha encendida.

Nombres de los presos escritos en los muros de Abu Salim (Photo AFP)

El día  17  de Febrero, también llamado «día de la ira libia», se convocaron varias manifestaciones con asistencia masiva de la población. Benghazi fué la primera ciudad cuyo control fué tomado por los manifestantes. Apenas un mes después, las tropas de Gadafi se hicieron con el control de la ciudad rebelde, además de lanzar varias ofensivas en diferentes poblaciones del oeste y este del país.
Se desconoce el número de muertos durante el último año, solo el CNT ( Consejo Nacional de Transición) ha verificado las bajas en más de 30.000.
Quizá el mayor drama vivido por parte de la población ha sido el de tener que huir con lo puesto. Un mes después del inicio de las revueltas, los organismos internacionales cifraban la cantidad de 600.000 desplazados, la mayoría a la vecina Túnez.

Campo de refugiados libios en Túnez.

A día de hoy una gran mayoría han regresado a sus hogares, o lo que queda de ellos.
A la reconstrucción política hay que sumar la reconstrucción social de un país quebrado por las ideologías, el rencor, las suspicacias, el fanatismo y la inoperancia.
En éstos últimos cuatro meses, el gobierno transitorial ha dado muestras de buena voluntad con su pueblo de cara a la opinión pública y política internacional, pero la inexperiencia de un gobierno compuesto por tecnócratas de medio pelo está revelando el por qué de las dudas iniciales de la población libia, que actualmente ya no duda sino que se siente molesta.
El hecho de que entre las filas gubernamentales, por muy de transición que sean, se encuentren antiguos defensores del régimen, causa recelo y desconfianza en unas gentes aún heridas por la estela de la guerra.

Miembros que componen el Consejo Nacional de Transición

Por otra parte, varias de las tribus que más intervinieron en la caída del régimen siguen sin contar con una representación significativa en el gobierno libio.
Éste último sigue más preocupado en retomar las exportaciones de crudo.
La producción de petróleo, que llegó a caer un 75% va remontando a cuentagotas. Los contratos con las grandes petroleras se ralentizan en base a la situación de inestabilidad que aún sufre el país y eso es como quitar el pan con el que se alimenta el pueblo libio.
Desde el gobierno se insiste en la recuperación económica a partir del segundo semestre de éste año durante el que se prevee aumentar el nivel de producción de crudo. Aunque todo dependerá de lo que ocurra tras las elecciones fijadas a priori para el mes de junio, si la situación anárquica del país continua, Libia se verá inmersa en problemas económicos más graves.
De momento las estrategia que lleva a cabo el CNT es la de afianzar lazos de cooperación con países vecinos, como es el caso de Jordania, para asegurarse contratos sustanciosos que alivien, o más bien incrementen las arcas del país.
Los ex-insurgentes no se lo van a poner fácil, es la respuesta de una parte del pueblo al desagradecimiento del gobierno liderado por  Abdul Jalil.
Actualmente controlan varias facciones de Trípoli y excombatientes de las Brigadas de Misuratah están decididos a no dejar huella ni vestigio de los 42 años de régimen gadafista, incluído en el propio gobierno.
Mientras tanto hay quien tiene ideas tan peregrinas como que la reconstrucción de Libia pasa por reforzar la educación, mientras afirman que la estabilidad definitiva del país debe tener su base en el sistema educativo y valores sociales de aquellos que poblarán y gobernarán el país en un futuro. Libia, el país africano con mayor tasa de alfabetización y universitarios.
De poco sirven las intenciones a largo plazo cuando la pretendida democracia sigue siendo una utopía que vaga por el desierto y las montañas del país. La población tiene miedo a los cambios, los quieren pero los temen. Los islamistas temen una apertura social y económica hacia el exterior, además de una separación de la religión y estado político, en cambio los más progresistas temen una regresión que les impida avanzar más allá de sus propias fronteras.
Sin consenso ciudadano es imposible sentar unos marcos de acuerdo en el que todos se vean representados de igual manera, y lograr esa idea común debería de ser la premisa del gobierno transitorial de cara al futuro más inmediato.

«Cuando en mi devastado país la primavera decida que ya es tiempo de florecer de nuevo, tendrá el abono de la osamenta humana que dispersó en todos lados la danza de la muerte. » Fco. Morales Santos.

Somalia: Pan para hoy y hambre para mañana.

Desconozco cuales son los criterios por los que la ONU acaba de decretar el fin de la hambruna en Somalia, lo que sí veo venir será la consecuencia de ello.
Mientras los diarios se hacen eco del anuncio de Naciones Unidas, los subtítulos revelan que a día de hoy 750.000 somalíes se encuentran en riesgo de muerte por inanición,  sin contar los daños colaterales que el hambre se cobra, ya que cerca de millón y medio de niños están sufriendo las consecuencias de la malnutrición .
Según el organismo internacional, la sequía padecida en el país durante los últimos seis meses ha mejorado gracias a la ayuda internacional. Habría que preguntarse si realmente las ayudas que se ofrecen a corto plazo son un mero placebo de cara a los próximos meses. De poco sirve invertir en sistemas agrícolas o nuevos cultivos cuando la población no tiene fuerzas ni recursos para saber llevarlos a cabo. Como ya apuntara el premio Nobel de Economía Amartya Sen, la disminución en la oferta de alimentos causada por la sequía no ha sido la razón de la catástrofe, la causa ha sido los impedimentos que sufre la población para poder llegar al consumo básico de alimentos. Por todo ello se necesitan proyectos de larga duración que de alguna manera ayuden a subsanar futuros problemas sean cuales sean las causas.

Estragos del hambre en Somalia.

Se necesita impartir una educación y un aprendizaje de los habitantes en materia de cultivos y sobre todo una vez asentadas las bases del aprendizaje, una inversión en infraestructura y material agrícola apropiado para las condiciones del terreno somalí.  No cabe duda de que la ONU ha trabajado en ello y se ha duplicado la cosecha de maíz y sorgo que a su vez ha incrementado las ventas en los locales de cereal, pero la temporada de lluvias comienza en apenas tres meses y será ahí cuando realmente se vean los resultados de las intervenciones de los organismos internacionales ya que lo cosechado hasta el momento aporta únicamente un 10% de las necesidades anuales de cereal en el país.
Por otro lado, el caos, la violencia y el vacío legal imperante en la región dificulta los trabajos de las organizaciones no gubernamentales, así que quizá la vuelta de tuerca deba empezar por estabilizar la situación política. De momento tan solo el Ministro de Exteriores británico Willian Hague ha sido el interesado en buscar una solución política a la crisis somalí, probablemente con intereses solapados, pero que de llevarse a cabo mejoraría la situación -» no hay que dejar pasar la oportunidad de estabilizar un país destruido por un conflicto que dura ya más de dos décadas». Recordemos que desde 1991 cuando el dictador Mohamed Siad Barré fué derrocado, Somalia vive en una contínua guerra civil, en un absoluto desgobierno y en manos de jefes tribales, piratas y milicias islamistas que impiden el buen funcionamiento de las entidades de ayuda desplazadas a la zona.

Miembro de la milicia insurgente islamista.

El próximo 23 de febrero, Londres acogerá una conferencia de expertos para analizar la problemática desde la base y actuar de manera política antes de que un nuevo desastre asole el país.

El número de hambrientos en Somalia ha descendido con respecto a meses anteriores, si. Pero resulta amoral hablar del «fin del hambre» en Somalia cuando aún más de dos millones de personas no tienen que llevarse a la boca.

Ramallah punks don’t die

Me ha gustado conocerte, tronco.
Era lo último que esperaba encontrarme por las calles de Ramalah, un punky como tú de los de «pata negra» o mejor dicho de los de «pies negros». ¿Qué se te ha perdido en éstos andurriales, chaval?
Me dicen de tí que eres gabacho, nieto de senegalés al 25%, de ahí el color de tu piel que sumado a la mugre hacen de tu rostro algo así como un descafeinado largo de leche. Llevas una cresta ni alta ni baja, tamaño stándar, lo suficientemente visible para decir que eres punkarra, chupa de cuero y una «Fujifilm» de cuando De Gaulle iba en triciclo.
Te dedicas a tirar fotos, cuentan que no eres muy bueno en eso de darle al «clik» pero que has expuesto en París en el bareto de un hippie concienciado con la causa palestina. También dicen que tu viejo te dejó algo de pasta cuando se largó para fumar en el otro lado y que vives de eso, y del morro que le echas.
Nos sentamos en un cafetín y con media sonrisa me dices que sabes hablar algo de español, «mucha polissía, poca divegsión, un eggog…un eggog..» y nos morimos de la risa. «Eskogbuto», me aclaras, y asiento con la cabeza dándote a entender que ya les conocía.
Te miro a la cara y por un momento tu mirada se pierde entre tus botas, las mismas que utilizan los soldados israelíes. No me gustan los silencios prolongados entre personas que no conozco y retomo la conversación medio en gabacho medio en inglés.
Sueles ir con una guitarra acústica toda pintarrajeada y de vez en cuando te da por perpetrar melodías pastelonas de The Damned y de Siouxsie & the Banshees a la chavalería de Ramalah, hasta el punto de que les tienes a todos flipando. Hubieron varias madres que no te dieron con la «gasaá» o como se llame en Palestina a la bandeja donde ponen los dátiles, de puro milagro colega, cuando el pequeño Alí de turno llegó a casa vociferando eso de : «DIOS CREÓ EL PUNK Y VIO KE ERA MEJOR KE EL» (usándo la letra K y todo) y diciendo que quería dejarse cresta.

También me cuentan que en dos ocasiones los soldados israelíes te pusieron «mirando al Elíseo», por farruco y por Sid Vicius. Y es que…¿qué sabrán ellos de punk? más bien de «pum», palestino «pum», palestino «pum»….
Otra vez la que hizo que te replantearas las cosas fué una hebrea con carita de virgen María y la mala leche de Herodes que te quiso cambiar desde la cresta hasta los ideales. La mandaste caminito de Belén, como debe ser hermano, y le sacaste el dedo corazón mientras un par de lágrimas te resbalaban por la cara ennegrecida.
Me despido con dos besos como dos soles. Te saco una foto y me pides que no la publique por «integnet», algún problemilla de papeles y visados y alguna mentirijilla a tu madre. Así lo haré chaval, pondré alguna que saque por la red, aunque a ver donde encuentro yo a un punkarra en Palestina.
Va por tí, camarada. Aún no me queda claro qué demonios estás haciendo en éstas tierras, pero en poco más de una hora se te han acercado varias personas a saludarte, cuatro niños te han rodeado, les has sacado varias fotos y os habeis reido. Un hombre te ha señalado, «es un gran chico» ha dicho en inglés «enseña a los niños a tocar la guitarra y los entretiene cuando las cosas se ponen feas y los adultos estamos en otras cosas, así no piensan y hay veces que ha tocado tan alto que los niños ni siquiera han escuchado que había disparos».
A lo mejor eres una especie de Mary Poppins llena de tachuelas, o simplemente un zumbado…desconozco porqué nadie ha escrito sobre tí, ni me explico que no ocupes tres segundos en uno de los miles de reportajes que al año se hacen en éstas tierras, no sé por qué una oenegé no te ha nombrado padrino, ni Unicef embajador de buena voluntad, igual es porque no es lo que buscas y te la bufa lo que hagan los demás con su conciencia, su dinero, sus logotipos y sus todoterrenos «ésto es horrible osea Mary Jane, cuánta miseria supermiseria…»
Me voy, pensando en tí chaval, y en todos aquellos que como tú tienen los huevos suficientes para hacer de su vida algo digno.
Te guiño un ojo,  -Punks not dead! – Y nos descojonamos.

Facture su equipaje.

Miro el reloj del móvil, aunque juraría por las lágrimas de la zarzamora que lo he mirado hace unos pocos minutos. Repaso mentalmente el contenido de la mochila, la otra mochila, la que no va y viene llena de recuerdos, sino la que va llena de enseres que pocas veces utilizo del todo.
Seis mudas, seis pares de calcetines, camisetas de colores, olores y sabores de otras guerras, tres pantalones, el chaleco multibolsillos indispensable para guardar el tabaco, la documentación que te permita ir más allá, el meshero de la Sole, pilas, una pequeña cámara de fotos Samsung por si hay alguno dispuesto a posar entre disparo y disparo e incluso después de disparado. Sigo con el recuento, neceser con lo básico, Ibuprofeno para aliviar el dolor físico, mental y ajeno, foulares y pañuelos por si la situación religiosa y política del destino así lo requiere, libro de turno y varios cedés de aquellos que nunca fallan: Rolling Stones, Doors, Creedence y el típico «varios» en el que puedes encontrar desde la Polla Records hasta el Adagio de Albinoni.

Inventario del bolsillo lateral: Visas, pasaporte, billetes, la agenda negra con gomita que lo mismo sirve para tomar notas durante una entrevista como para trazar rutas que ni el mismísimo Orellana, un par de Pilots negros, grabadora, lector de tarjetas, adaptador para entrevistas telefónicas, micrófono de pinza y acreditaciones de lo más variopinto que lo mismo te permiten entrar a un campo de refugiados como cruzar una frontera, entre ellas destaco la de Asegarce  (Asociación de Pelota Vasca) fechada en el año 2000 y con la que crucé todos los checkpoints desde la frontera Libia.
Aeropuerto de turno. Vistazo alrededor por si veo a algún colega que vaya a mi mismo destino. -Hola, ¿qué tal? ¿vas para allá?, guay a ver si nos vemos. Explicaciones pocas, cada uno mira por su chusco de pan.
-Asiento en ventanilla, por favor. Nunca miro el paisaje pero me gusta ser la primera en conocer la noticia de cuando perderemos un ala o cuando dejará el motor de rular porque un pájaro kamikaze ha decidido quitarse de enmedio tras conocer los datos del paro, manías…no vaya a ser que sobreviva y resulta que no me haya enterado de cómo nos dimos el piñazo.
Miro hacia delante y pienso no en lo que me voy a encontrar, sino en lo que dejo. Escucho la voz de mi madre por teléfono, «cuídate, y no hagas tonterias y si puedes un día me llamas», llamadas que siempre han resultado vanas porque nunca suele tener el teléfono operativo, aún así suelo cumplir con el ritual. Pienso en mi sobrino, que quiere ser cazador y periodista, como si muchas veces ambos oficios fuesen distintos. Pienso en mi abuelo, al que llevo en el móvil en una foto de hace años, él que siempre decía que llegaría lejos, sin duda porque sabía que no viviría lo suficiente para llevarse el chasco el muy truhán, él si que era sabio.
-Preparados para el despegue -dice el comandante o quien sea que hable por el micrófono. Y a partir de ahí empieza mi viaje. Muy raro se tiene que dar el asunto para que no regrese llena de recuerdos, sonrisas, discusiones, llantos, dramas humanos, rostros y conversaciones. Muchas veces la noticia es aquella que no se escribe, aquella en la que no hay palabras para describir los sentimientos.
Voy preparada para el «despegue», una vez más.