Reflexiones y otros datos que no caben en los medios de comunicación, pero que siempre vuelven en la mochila.

Ojos, guerras y preguntas.

Las noches en este rincón del Reino Unido son largas y muchas veces las estancias también. Para alguien acostumbrado o quizá mal acostumbrado, a viajar constantemente por países donde el té no se toma al estilo Miss Marple, las costumbres occidentales o en éste caso británicas, pueden llegar a ser soporíferas e incluso mortales de necesidad.
Así que entre conflicto y conflicto, suelo echar mano de fotografías, antiguas publicaciones y libros que me hablan de batallas que no he conocido, pero que vivo con igual intensidad. Al fin y al cabo, hay guerras que al igual que sus víctimas, acaban pareciéndose.
En ésta vieja mochila, ennegrecida de miseria y cicatrizada por el calor y el polvo, suele reposar un libro. Tiene tantas heridas como aquellos que lo protagonizan y tanto trote como aquellos que lo escribieron.
Como digo, hay veces que entre «sorry», «excuse me» y flemas británicas se echa de menos un frontline en condiciones.

Photo/ Amaia López de Munain©


Quizá los que nos dedicamos al noble oficio de contar batallas no estemos muy cuerdos, quizá generalice y la que no está muy cuerda soy yo, pero es probable que a más de uno no le extrañe la sensación de llegar a casa y sentirse como un pez fuera del agua. Uno pasa los días dando bocanadas mientras echa el ojo de la primera noticia que huela a kalash, ofensivas, morteros…algunos necesitan de otras drogas para seguir viviendo.
Acabo de terminar de leer por tercera vez ese viejo libro, viejo por el estado de deterioro en el que se encuentra, no porque lo sea, al fin y al cabo la primera edición salió hace ocho años.

«Los ojos de la guerra». Photo/ David Guttenfelder

«Los ojos de la guerra» de los Maestros Manu Leguineche y Gervasio Sánchez, es un libro homenaje a Miguel Gil, pero también es un libro homenaje al periodismo bélico y quienes día a día lo ejercitan, lo plasman y lo viven.
También es un libro que marca la diferencia entre la práctica del periodismo de guerra de hace unos años y la que se ejerce en éste momento. y es un libro reflexivo que te obliga a pensar en los errores que probablemente cometemos sin hacer absolutamente nada por subsanarlos.
Los tiempos cambian y con ellos la forma de hacer periodismo, unas veces son las tecnologías, otras veces las exigencias del mercado, otras veces las decisiones de aquellos que dirigen el cotarro desde el despacho de una redacción a cinco mil kilómetros del conflicto mas cercano, otras veces la inexperiencia de quienes cuentan la noticia y la búsqueda afanosa por decir «soy reportero de guerra», algo que siempre ha vendido bien a la hora de presentarse ante alguien que no sepa de qué va la historia.
El releer de nuevo «Los ojos de la guerra» y el hecho de ver ésta semana el corto-documental de mi compañero Antonio Pampliega, «Paying to go to war», me hacen reflexionar sobre la importancia que tiene para el público la cobertura de un conflicto y sobre todo me hace pensar en todos aquellos estudiantes de periodismo cuyo sueño es correr entre cascotes, sacar la mejor foto y contarlo.

http://vimeo.com/53252881

Probablemente a muchos se os acabe el sueño de un plumazo, otros, los muchos, en cuanto oigais los primeros disparos y veais vuestros primeros muertos tendreis deseos de salir de ahí cuanto antes. El resto, los que aún permanezcais os tendreis que enfrentar a cómo vender vuestro trabajo, y tras la cobertura de una guerra ajena os tendreis que enfrentar a la propia, con menos sangre pero en ocasiones con mas mala leche.
«No hay que sorprenderse si los fotógrafos de guerra están muy amargados por el hecho de que el mercado de trabajo se reduce de año en año. Tiene verdaderamente poco sentido arriesgar la vida por unas fotos, si esas fotos no llegarán nunca a publicarse» Russell Miller (Periodistaa de Columbia Journalism Review. Extracto de «Los ojos de la guerra»)
Ha sido, fué,  y será así. Los que tengais mas suerte y veais vuestras primeras publicaciones ya habreis entrado en la espiral de «ahora más» y comenzareis a dar bocanadas también desde el sofá de vuestros hogares. Quizá os llamen para conceder entrevistas, para dar conferencias, hablareis de vosotros, de la práctica del periodismo en zona de conflicto, a muchos os verán como héroes y si sois racionales os dareis cuenta de que aquellos que son los verdaderos protagonistas de vuestros artículos y fotogafías tristemente han pasado a segundo plano.
Creed en vuestro trabajo, enamoraros de él, pero tened en cuenta para qué lo haceis y sobre todo jamás perdais la perspectiva de lo que sois y de la posición que ocupais en el contexto de una noticia.
Es necesario que se entienda éste oficio y qué contemos el modus operandi y lejos de ser «celebrities» prepararos para entender que no es fácil, que se paga un alto precio, como lo pagó Miguel Gil y tantos otros compañeros, pero que también se paga un precio económico y un precio moral, tal y como cuenta Antonio Pampliega.
Cada cual de nosotros somos diferentes, ni mejores ni peores. Está el que cuenta con el denominado «ego periodístico», necesario para la profesión y el cual envidio, y luego estamos los que de alguna manera queremos pasar inadvertidos, hay veces que por cuestiones de seguridad y otras por todo lo contrario, simple inseguridad en uno mismo y miedo a las críticas. Éstos aspectos también se convierten en pequeñas guerras internas que te hacen reflexionar si no sería mejor dar tu nombre y dejar los seudónimos de lado, solo para que alguien tenga en cuenta aquello que has publicado.
En realidad mi pregunta es, ¿sirve para algo? ¿sirve para alguien, ser los ojos de una guerra?
… cosas que se traen en la mochila.

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2 comentarios

  1. Amaia, ha sido mucho tiempo sin comentarte nada pero siguiéndote. Ha habido post mucho más intensos que este que hoy has colgado pero hoy algo me ha recorrido por dentro y me ha puesto a teclear para decirte que ¡ánimo y adelante! Cuando somos conscientes de que hacemos las cosas bien o al menos de la mejor manera que sabemos nuestra conciencia descansa. No se si eso servirá para sobrevivir, en algunos casos si y en otros no, está claro. Si nos sirve genial, con tranquilidad de conciencia se ven las cosas mucho mejor. Si no nos sirve y morimos en el intento, esa tranquilidad nos dejará morir en paz. Siento muchísimo nuestro alejamiento Amaia, lo siento.

    18 noviembre, 2012 en 10:19

  2. Interesante reflexión, saludos.

    1 diciembre, 2013 en 12:48

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