Samuel y un bocado a la vida (II)
La última vez que hablé con él fué el pasado mes de agosto. No sé si recordareis a Samuel, el macarra de Abiyán, sus palabras hicieron que le dedicara unas breves líneas en éste humilde rincón que sabe poco de periodismo y mucho de guerras personales.
Me decía que le buscase un trabajo en España, debe de ser que las noticias sobre la crisis no llegan hasta Costa de Marfil, claro que la mayoría de las veces las historias marfileñas tampoco llegan hasta España. O simplemente se deba a que Samuel no sabe leer.
En su cháchara me hablaba de respeto, de convertirse en alguien digno y de su deseo de tener una novia bien dotada…los sueños de alguien que no ha conocido otra palabra que marginación y lucha por la supervivencia.
Hoy rememoro esa charla y si cierro los ojos parece que le estoy oyendo. Ese día maldije el haberle dado mi número de teléfono, mientras veía con impotencia que cualquier intento de ayuda por mi parte iba a resultar en vano.
Samuel es un gudari de la vida, no entiende de leyes que no vayan acompañadas de machete o fusil, de palabra de guerrillero y de tratos nunca escritos.
No entiendo qué demonios le hizo irse a Mali y meterse en historias con el (AQMI) Al Qaeda del Magreb Islámico , quizá le pasa como a nosotros, los reporteros, que muchas veces no sabemos vivir sin estar metidos en nada que no suene a disparos, explosiones, muerte y destrucción. O quizá el único significado de dignidad que conoce es ese. Con 23 años y una vida tutelada por la calle y las guerrillas mucho más no se puede aprender. Me consta que no era su causa, y probablemente ni siquiera la haya llegado a entender.
Durante mi estancia en Costa de Marfil me convertí en su única amiga blanca, la mayoría de los que allí estábamos lo rehuían y pasaban mucho de sus discursos frívolos, fuera de contexto y en muchos casos cargados de obscenidad. No se daban cuenta de que Samuel lo único que pretende es que alguien le dedique unos minutos y le ofrezca unos cigarrillos.
Hace un par de horas me he enterado de que Samuel murió hace unas semanas en el norte de Mali. Sigo hablando de él en presente porque ante mis ojos tengo la libreta en la que me anotó su supuesto apellido un día que se empeñó en hacerme aprender dialectos de la región y palabras soeces. Realmente ni siquiera tenía apellido, se lo había inventado, me imagino que como aporte a esa dignidad que perseguía.
Solo espero que te hayas ido soñando con esa casa y esa novia pechugona, amigo, con la sonrisa de triunfador sin corona, un pitillo entre los labios y con aquella foto que nos sacamos con tu móvil y que nunca sé si llegaste a guardar. Esta vez si que le has dado un bocado a la vida.
Lo de «Me gusta», dadas las circunstancias, es un decir. Magnífico post, escocesa.
24 abril, 2012 en 13:09
Gracias Xabier. Segun vas dejando amigos por las cunetas las palabras se van reduciendo, poco queda por decir…abrir la mochila y guardar en el fondo, allá donde a los recuerdos no les da la luz.
24 abril, 2012 en 13:26
Reblogged this on Xabier Armendariz – Photography.
24 abril, 2012 en 13:24
es una «historia» estremecedora que guardar junto a sí siempre… mientras seguimos intentando entender y cambiar este mundo! muy duro Amaia…
24 abril, 2012 en 15:03