15 de Febrero de 2012. Un año de revolución en Libia.
El 15 de Febrero de 2011, Benghazi salía a la calle. Parientes y simpatizantes de los mártires muertos en la prisión de Abu Salim alzaron la voz en protesta por las atrocidades cometidas por el régimen de Gadafi 15 años antes.
La bomba estalló tras el arresto injustificado del portavoz de las familias y abogado defensor de presos de conciencia, Fethi Tarbel.
Junio de 1996, cárcel de Abu Salim. Un grupo de seguridad aliado al régimen entra en la prisión masacrando a 1200 presos políticos que llevaban meses quejándose de las condiciones infrahumanas que se daban en el penal. Desconocían que todos ellos acabarían enterrados en el propio patio de la prisión y en fosas comunes repartidas por las inmediaciones del sur de Trípoli.
La masacre de Abu Salim puso el cartucho, y la represión a las familias que se saldó con 3 muertos y mas de una treintena de polícias heridos, la mecha encendida.
El día 17 de Febrero, también llamado «día de la ira libia», se convocaron varias manifestaciones con asistencia masiva de la población. Benghazi fué la primera ciudad cuyo control fué tomado por los manifestantes. Apenas un mes después, las tropas de Gadafi se hicieron con el control de la ciudad rebelde, además de lanzar varias ofensivas en diferentes poblaciones del oeste y este del país.
Se desconoce el número de muertos durante el último año, solo el CNT ( Consejo Nacional de Transición) ha verificado las bajas en más de 30.000.
Quizá el mayor drama vivido por parte de la población ha sido el de tener que huir con lo puesto. Un mes después del inicio de las revueltas, los organismos internacionales cifraban la cantidad de 600.000 desplazados, la mayoría a la vecina Túnez.
A día de hoy una gran mayoría han regresado a sus hogares, o lo que queda de ellos.
A la reconstrucción política hay que sumar la reconstrucción social de un país quebrado por las ideologías, el rencor, las suspicacias, el fanatismo y la inoperancia.
En éstos últimos cuatro meses, el gobierno transitorial ha dado muestras de buena voluntad con su pueblo de cara a la opinión pública y política internacional, pero la inexperiencia de un gobierno compuesto por tecnócratas de medio pelo está revelando el por qué de las dudas iniciales de la población libia, que actualmente ya no duda sino que se siente molesta.
El hecho de que entre las filas gubernamentales, por muy de transición que sean, se encuentren antiguos defensores del régimen, causa recelo y desconfianza en unas gentes aún heridas por la estela de la guerra.
Por otra parte, varias de las tribus que más intervinieron en la caída del régimen siguen sin contar con una representación significativa en el gobierno libio.
Éste último sigue más preocupado en retomar las exportaciones de crudo.
La producción de petróleo, que llegó a caer un 75% va remontando a cuentagotas. Los contratos con las grandes petroleras se ralentizan en base a la situación de inestabilidad que aún sufre el país y eso es como quitar el pan con el que se alimenta el pueblo libio.
Desde el gobierno se insiste en la recuperación económica a partir del segundo semestre de éste año durante el que se prevee aumentar el nivel de producción de crudo. Aunque todo dependerá de lo que ocurra tras las elecciones fijadas a priori para el mes de junio, si la situación anárquica del país continua, Libia se verá inmersa en problemas económicos más graves.
De momento las estrategia que lleva a cabo el CNT es la de afianzar lazos de cooperación con países vecinos, como es el caso de Jordania, para asegurarse contratos sustanciosos que alivien, o más bien incrementen las arcas del país.
Los ex-insurgentes no se lo van a poner fácil, es la respuesta de una parte del pueblo al desagradecimiento del gobierno liderado por Abdul Jalil.
Actualmente controlan varias facciones de Trípoli y excombatientes de las Brigadas de Misuratah están decididos a no dejar huella ni vestigio de los 42 años de régimen gadafista, incluído en el propio gobierno.
Mientras tanto hay quien tiene ideas tan peregrinas como que la reconstrucción de Libia pasa por reforzar la educación, mientras afirman que la estabilidad definitiva del país debe tener su base en el sistema educativo y valores sociales de aquellos que poblarán y gobernarán el país en un futuro. Libia, el país africano con mayor tasa de alfabetización y universitarios.
De poco sirven las intenciones a largo plazo cuando la pretendida democracia sigue siendo una utopía que vaga por el desierto y las montañas del país. La población tiene miedo a los cambios, los quieren pero los temen. Los islamistas temen una apertura social y económica hacia el exterior, además de una separación de la religión y estado político, en cambio los más progresistas temen una regresión que les impida avanzar más allá de sus propias fronteras.
Sin consenso ciudadano es imposible sentar unos marcos de acuerdo en el que todos se vean representados de igual manera, y lograr esa idea común debería de ser la premisa del gobierno transitorial de cara al futuro más inmediato.
«Cuando en mi devastado país la primavera decida que ya es tiempo de florecer de nuevo, tendrá el abono de la osamenta humana que dispersó en todos lados la danza de la muerte. » Fco. Morales Santos.
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