Somalia: Pan para hoy y hambre para mañana.
Desconozco cuales son los criterios por los que la ONU acaba de decretar el fin de la hambruna en Somalia, lo que sí veo venir será la consecuencia de ello.
Mientras los diarios se hacen eco del anuncio de Naciones Unidas, los subtítulos revelan que a día de hoy 750.000 somalíes se encuentran en riesgo de muerte por inanición, sin contar los daños colaterales que el hambre se cobra, ya que cerca de millón y medio de niños están sufriendo las consecuencias de la malnutrición .
Según el organismo internacional, la sequía padecida en el país durante los últimos seis meses ha mejorado gracias a la ayuda internacional. Habría que preguntarse si realmente las ayudas que se ofrecen a corto plazo son un mero placebo de cara a los próximos meses. De poco sirve invertir en sistemas agrícolas o nuevos cultivos cuando la población no tiene fuerzas ni recursos para saber llevarlos a cabo. Como ya apuntara el premio Nobel de Economía Amartya Sen, la disminución en la oferta de alimentos causada por la sequía no ha sido la razón de la catástrofe, la causa ha sido los impedimentos que sufre la población para poder llegar al consumo básico de alimentos. Por todo ello se necesitan proyectos de larga duración que de alguna manera ayuden a subsanar futuros problemas sean cuales sean las causas.
Se necesita impartir una educación y un aprendizaje de los habitantes en materia de cultivos y sobre todo una vez asentadas las bases del aprendizaje, una inversión en infraestructura y material agrícola apropiado para las condiciones del terreno somalí. No cabe duda de que la ONU ha trabajado en ello y se ha duplicado la cosecha de maíz y sorgo que a su vez ha incrementado las ventas en los locales de cereal, pero la temporada de lluvias comienza en apenas tres meses y será ahí cuando realmente se vean los resultados de las intervenciones de los organismos internacionales ya que lo cosechado hasta el momento aporta únicamente un 10% de las necesidades anuales de cereal en el país.
Por otro lado, el caos, la violencia y el vacío legal imperante en la región dificulta los trabajos de las organizaciones no gubernamentales, así que quizá la vuelta de tuerca deba empezar por estabilizar la situación política. De momento tan solo el Ministro de Exteriores británico Willian Hague ha sido el interesado en buscar una solución política a la crisis somalí, probablemente con intereses solapados, pero que de llevarse a cabo mejoraría la situación -» no hay que dejar pasar la oportunidad de estabilizar un país destruido por un conflicto que dura ya más de dos décadas». Recordemos que desde 1991 cuando el dictador Mohamed Siad Barré fué derrocado, Somalia vive en una contínua guerra civil, en un absoluto desgobierno y en manos de jefes tribales, piratas y milicias islamistas que impiden el buen funcionamiento de las entidades de ayuda desplazadas a la zona.
El próximo 23 de febrero, Londres acogerá una conferencia de expertos para analizar la problemática desde la base y actuar de manera política antes de que un nuevo desastre asole el país.
El número de hambrientos en Somalia ha descendido con respecto a meses anteriores, si. Pero resulta amoral hablar del «fin del hambre» en Somalia cuando aún más de dos millones de personas no tienen que llevarse a la boca.
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